Forcé respuestas que fueron afirmativas pero que en realidad afirmaron lo contrario a lo que decían. Dejé parte de mis sentimientos en evidencia. Propuse una despedida para retrasar la verdadera despedida.
Me sentí menos porque con ella vivió cosas que conmigo no. Me sentí un cacho de carne un poco más preciado que otros por el simple hecho de ser fresco.
Me sentí mal.
Lo pensé extrañándolo.
Me enloquecí deseando que diga algo, lo que fuera.
Me fijé en los detalles para encontrar respuestas, para ver una reacción.
Algo encontré.
Y así estuve una semana: entre triste y enojada, entre tranquila y desesperada.
Pero puse pausa. Puse pausa y después stop. Bajé, descansé, recrée mi mente.
Vino la claridad. Bienvenida sea siempre.
Después de la claridad vino la paz.
Se terminaron las demostraciones de afecto que solo buscaban reciprocidad. Se terminaron los intentos desesperados por prolongar algo que está más que terminado.
Aún queda esa sensación de lo que podría haber sido y no fue. Esas pequeñas cositas que me hubiera gustado vivir con él pero que en el momento ni cuenta me di.
Queda un algo que va desapareciendo rápidamente.
Me controlo a mi misma.
Estoy dispuesta a atravesar un duelo por primera vez en mi vida. Duelo que hasta ahora no parece doloroso, pero que alguna noche fría y solitaria puede llegar a serlo.
Me propongo un duelo activo.
Estoy decidida a cortar para afuera así no me corto adentro.
Hace 3 semanas
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