martes, 9 de noviembre de 2010

Por algún lado la angustia tiene que salir, acá estamos otra vez, recurriendo al último elemento que nos queda para que el alma se alivie un poco y ese elemento es escribir acá y, si puede ser, también para el taller. Pero por el momento acá.
Luca: otra vez sopa.
Estuvo viviendo en mi departamento hasta el domingo que le tuve que pedir que se fuera. Salió de una internación por voluntad propia y empezó un tratamiento ambulatorio. Necesitaba un lugar y cierta contención así que le ofrecí mi casa. Iba a ser un mes y terminaron siendo más de dos y podrían haber sido más si no fuera porque la última semana consumió de una manera bestial y no aguanté.
Cómo después de tanto esfuerzo podría volver a vivir ese infierno que es la cocaína, que es ver como alguien que amás se destruye violentamente. No podía hacerme eso a mi misma. Me costó sentir que de alguna manera le soltaba la mano a Luca, aunque no se la solté, pero peor era sentir que estaba tirando por la borda todo mi esfuerzo porque realmente estar bien me cuesta mucho. Son meses de terapia, de psiquiatra y años de medicación: tiempo, dedicación y dinero. Y sobretodo mis esperanzas de ser un ser normal que no padece la vida si no que la vive tal cual es, con cosas lindas y con cosas feas.
Si dejaba que se quede y que me cague la vida con su adicción me hubiera traicionado a mi misma una vez más. Pero ahora no sé qué es de su vida, dónde está ni como. Temo que esté haciendo mierda todo lo que le queda. Por otro lado su compañía cuando está bien es muy agradable y acá dejó un vacío muy difícil de llenar.
También hay otras cosas, pero por ahora esto.

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